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Al final de la inocencia (De la serie ficciones fotográficas)

Carlo Bevilacqua „Catari“En el barrio sólo quedaban niños y niñas de todas las edades, los adultos se habían marchado con la llegada de la primavera, porque con ella iniciaba la guerra. Primero fueron los padres quienes desaparecieron; cada noche una decena de ellos, tal vez un poco más, dejaban en sus casas el silencio abrumador del abandono, de los adioses sin despedida y de los rastros indelebles de la evaporación.  Cuando ya no hubo padres, ni abuelos y mucho menos tíos, y el barrio respiraba la histeria, en ocasiones insoportable, de las madres adoloridas por la pérdida; se les informó a todas las mujeres que debían partir de inmediato, dejándolo todo, incluso a sus hijos. Muchas se negaron y trataron de ocultarse, otras salieron de inmediato con la intensión de buscar a sus hombres perdidos. Los mercados quedaron vacíos. Ya nadie iba a la escuela porque a las maestras se las habían llevado también.

El barrio estaba hecho un caos. Con la partida de los adultos se habían ido también las reglas familiares y las normas por cumplir. Las mañanas empezaban al medio día, no existía un horario para comer, además los alimentos se limitaban a dulces y chocolates. El asfalto, entre rayuelas, “Yeimi” y “Boy” y un sin número de juegos callejeos, era el reflejo de un sitio que carencia de adultos; el paraíso añorado por muchos pequeñines que detestaban cumplir con horarios, con ir a la escuela, a la iglesia e incluso a los mercados a realizar los “mandados” impuestos por sus padres.

Con el tiempo muchos de estos niños comenzaron a crecer y a desaparecer también, esto promovió el temor en el resto de los impúberes que quedaban en el lugar ya que, así como sus madres y padres y hermanos mayores y tíos y abuelos habían desaparecido, los amigos y vecinos que empezaban a convertirse en mayores se iban sin dejar rastro; no había sonidos de puertas que se abrieran o se cerraran, no existían marchas de hombres en la madrugada ni de amigos jadeantes por la lucha nocturna con aquello que los estuviese obligando a la disgregación.

El temor de los niños y niñas era crecer; ninguno deseaba que la adultez los golpeara en medio de las tardes mientras veían la puesta del sol. El miedo se expandía en ellos cada que un ápice de acné aparecía en sus rostros y se quedaba en sus corazones justo en el momento en el que, en los niños se experimentaba el transito vocal entre un soprano desafinado y un tenor menos diáfano, acompañado de un suave bigote que se abría paso entre los poros. En las niñas la desazón llegaba con el crecimiento de sus senos; Pequeñas colinas que dan indicios de tierra fértil en sus bajas y misteriosas  entrañas, convocando a los hombres al fornicio y a la procreación.

Habían pasado varios años. Los infantes que quedaban eran pocos. Estos escasamente recordaban la apariencia de los adultos;  de los padres y de las madres. Sólo comprendían que cuando cumpliesen cierta edad tendrían que irse, así como lo hicieron muchos de sus amigos y de sus familiares olvidados por el silencio y los llantos pasados. Cada uno de ellos vivía segundo a segundo su edad infantil, sin proyecciones ni planes para el futuro, salvo la idea de huir antes de que los obligaran a desaparecer en la noche.

Mientras los niños y niñas jugaban habitualmente, un hombre de espesa barba e incontables arrugas en el rostro, entró al barrio. Malherido y cansado recibió la mirada curiosa de los niños, al fondo de la calle una niña, de las más grandecitas, intentaba reconocer esa mirada en él, que sentía haber visto antes. Luego de unos segundos ella logro percibir una ternura antigua, un afecto histórico entre el cruce de sus ojos. Ella sintió verse en él y con una alegría irracional se le lanzó encima y al unisono de sus pisadas gritaba: abuelo, abuelo… has regresado…

Sobre la fotografía:  Carlo Bevilacqua, Italia.

Catari, (1960) Gelatinobromuro

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 Sobre la serie “Ficciones fotográficas”

Esta serie pretende recrear una ficción narrativa a partir de fotografías ícono de la historia de la fotografía. Las imágenes expuestas en esta serie pertenecen a los archivos de los dueños y son presentadas sin ánimo de lucro. Los textos son propiedad de El noctívago.